viernes, setiembre 02, 2005

11.
Estoy en el parque César Vallejo con Carolina. Es casi de noche y los postes de luz aún no se han encendido. Tenemos las miradas desechas por no saber qué decir. Preferimos no ir a ningún lado y caminar, y conversar, pero los temas sobre los cuales podemos conversar se desgastan tan rápido que ahora ya no sabemos qué decir, y me siento terriblemente incómodo. Pienso en aquel libro: American Pycho, y pienso en la canción: “No te enamores nunca de aquel marinero Bengalí”.
El parque está a oscuras y decido fumar:
- ¿Quieres?
Carolina me mira. Tengo el pelo hecho un lío (no me he bañado en días) y Carolina deja de mirarme a los ojos y fija su mirada en el pedazo de wiro que tengo prendido entre mis dedos, y pregunta:
- ¿Eso es... marihuana?
Arrastrando las as.
- Exacto.
Creo que lo he arruinado. Estoy casi seguro de que no volveré a ver a Carolina nunca más. Decido que no importa. Y sigo fumando, sin más remedio, por el resto de mi vida. Así que muy pronto moriré de cáncer al pulmón. Y Carolina me mira. Es más, estoy casi seguro de que tengo cáncer al pulmón. Todo los días aprieto mi espalda buscando posibles tumores. Miro fijamente a Carolina. Se lo cuento. El parque sigue en una total oscuridad. Lo único que se puede ver a kilómetros de distancia es la punta de mi cigarro encendido, mientras sigo botando humo de mi boca como un loco. De pronto me doy cuenta de que debajo de mi sobretodo marrón llevo lo mismo que he usado para dormir desde hace tiempo: un polo amarillo que dice: “Yo voy al Juanito, ¿y tú?”, con letritas amarillas, verdes y rojas, un buzo negro, medias blancas y sandalias. ¿Es que me he vuelto loco? ¿He perdido la razón? ¿Tú qué crees?
- ¿Siempre fumas?
- ¿Qué cosa?
- Marihuana -otra vez, prolongando las as.
Como si se tratara de eso, de prolongar las as.
- La verdad que sí.
Carolina se queda callada. Tiene que oler una vez más esa cosa antes de que Mario la guarde. Mira con atención su aspecto. Su amiga tenía razón: ese chico se enamoraría hasta de una escoba si le dieran la oportunidad.
- ¿Tú qué piensas? -dice Mario- ¿el atentado del 11 de setiembre del 2001 fue complot americano o ataque terrorista o las dos cosas?
- Estas drogado.
Mario se queda callado.
- Sí, es cierto -dice, después de un rato.
Carolina se incomoda. Mira con tristeza el parque, y los árboles, ennegrecidos hasta la más mínima expresión, convertidos en monstruos alucinados. Piensa en su casa, en Breña, queda tan lejos de aquí. Y pensar que Mario la convenció de venir con tan solo una llamada.
- Deberías fumar alguna vez -dice Mario, ahora con los ojos brillosos.
- ¿Qué dices?
- En serio, ayuda a mejorar las ideas.
- Yo no necesito nada para mejorar mis ideas.
Mario mira el asfalto húmedo por la neblina. Siente un frío estremecedor. Se vuelve a preguntar por qué ha salido de casa. Trata de recordar qué ha estado haciendo estos días, pero no puede. Sabe que ha estado metido en su cuarto. Sabe que ha fumado, que algunos amigos lo han visitado y lo han tratado de animar sacándolo a tomar. Ha tomado ron. Droguerto trajo whisky. Sabe que ha tomado pisco, o tequila, o algo que se toma con un poco de sal sobre el borde de la mano, pero sin limón (¿o era cocaína?) y el caso es que no lo recuerda. De pronto tiene una iluminación y se da cuenta que lo que debe hacer con Carolina es abandonarla y confesarle que no la quiere, que nunca la quiso. Que todo lo que hizo este tiempo fue actuar como un jodido niño-enamorado-y-desilusionado-del-amor, y que lo único que pretendió todo este tiempo fue enamorarla y para después abandonarla. Como lo hicieron con él.
Una especie de ciclo que tiene que cumplirse.
Pero en lugar de eso, Carolina y Mario se ponen de pié y caminan en dirección a su casa. Y él camina dando tumbos arrastrando los pies.
- Ahora ya sé por qué paras así en clase.
- Ya sabes mi secreto, ahora tendré que matarte.
- O sea que es verdad. Eres un dealer...
Mario se ríe.
- Definitivamente, tendré que matarte.
Carolina frunce el seño.
Mario piensa que nunca antes la había visto así.
- ¿Eres lo que dices ser o no?
- Claro que sí. Dios...